Alexander Caldleugh encontró a López en el Monte de José Nudo y López le dijo que le iba a cortar la cabeza a Ramirez. Este anécdota en el libro de viajes de un inglés en tiempos decimonónicos desmienten a todos esos historiadores provinciales chupamedias que sugieren que sanguinarios gauchos procedieron per se a cercenar la testa del caudillo entrerriano en poco creíble iniciativa propia y no por orden superior.
No, López tenía ganas de cortarle la cabeza a Ramírez y lo testimonió ante ciudadano del Primer Mundo en viaje exploratorio por la América del Sur.
Ramirez, ya derrotado en Coronda, huye hacia Córdoba y se encuentra con José Carrera con sus tropas que no quiere hacer otra cosa más que volver a Chile. Y Ramírez no quiere otra cosa que volver a Entre Ríos. Los antiguos socio. aún muy necesitados de unión s se separan y a ambos le pasará igual: serán ejecutados por sus enemigos, se mutilarán sus cuerpos y las partes separadas no serán recuperadas jamás.
Carrera cabalga a perder la cabeza en Mendoza y Ramírez hacia el norte de Córdoba intentando volver a la Mesopotamia cruzando por el indígena Chaco.
Le siguen de cerca, lo van derrotando en batallas o escaramuzas, al final cabalga en un humedal cuando descubre que la Delfina, pelirroja amante riograndense que se agenció cuando combatía contra los portugueses y lo acompaña siempre en sus correrías se ha quedado atrás y puede caer en manos del enemigo.
Vuelve, deseperado, a rescatarla. ¿porqué tanto miedo?. Si al final la colorada sabe cómo rendirse a los sucesivos perseguidores: así fue como lo conoció a Ramirez. Lo que el tipo debe haber temido es que ella cambie de bando.
Entonces pues ella sí huye - con el segundo al mando además - pero a Ramirez lo matan y le cortan la cabeza y se la mandan a López.
López se la da a su suegro, un curandero que la embalsama con ayuda de dos o tres menjunjes. Por estas molestias le pasa una cuenta al Cabildo santafesino y los cabildantes le pagan: cuarenta y dos pesos por el embalsamamiento de la cabeza de Ramírez, la factura es el último documento histórico conocido sobre el asunto.
Después la cabeza se exhibe para escarmiento: no conviene llamarse Ramírez y ser enemigo de López, este tipo de ideas pretende inducirse al público. Según se dice López ponía una jaula con la cabeza de Ramírez en su escritorio, mientras firmaba decretos y recibía gente.
Y después no se sabe. Se supone que a todas estas cabezas ya no pensantes - aunque Ramírez con la cabez puesta tampoco había sido muy reflexivo - tarde o temprano las reclama un cura piadoso que la entierra en el patio de alguna iglesia cercana. Eso pensaba el gobernador de Entre Ríos hace unos años cuando contrató historiadores que hicieron excavar patios de iglesias y sin embargo nada. Los santafesinos nada saben: cuando al fin y al cabo hubo de admitirse que Santa Fe y Entre Ríos eran provincias del mismo país le devolvieron la lanza de Ramírez a sus vecinos - símbolo de su poder, convenientemente retenido o reproducido a las apuradas para tener una reliquia que devolver - pero a la cabeza no pudieron ubicarla nunca.
Hoy en día, además, sería un incordio. Llamarían a expertos forenses y un largo rastreo de ADN debería hacerse, incluyendo tomas de muestras genéticas de gente que se considera legítima descendiente de Ramírez y en una de esas se lleva una desilusión. Mejor no perder la cabeza por estas cosas.
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