miércoles, 19 de septiembre de 2012

Tucumán

Tucumán es - y en los próximos días nos lo va a decir la tele patria unas ochocientas veces - la batalla más importante de toda la guerra de lndependencia de Argentina - que es, por definición, la madre de todas las guerras - así que sus cercanos doscientos años bien ameritan un feriado largo para que la gente salga de vacaciones sin preguntar porqué diablos hay otro feriado largo.
Los patrios, de puro entusiastas revolucionarios, habían arremetido alegres desde Buenos Aires a Lima en su primera auxiliadora expedición para liquidar el asunto de un tirón y estaban ya al lado del lago Titicaca cuando  Goyeneche - tanguero general realista - les dió una super-paliza en Huaqui y los hizo recular a la carrera.
Belgrano,  ese abogado-general-economista-amante empedernido al que generalmente mandaban bailar con las más fea sustituyó en el mando a los que tuvieron la desgracia de no ganar - pecado argentino por excelencia - y desde Tarija y Jujuy para el sur hizo evacuar a la gente quemando todo lo que pudiese servir a los realistas. Decía el Manual de Historia que la gente evacuaba convencida de la Causa aunque es más probable que las bayonetas revolucionarias los ayudaran a convencerse. A eso se llamó el Éxodo Jujeño y se llamaría el Ëxodo Tarijeño si no fuera que Tarija al final quedó del lado de Bolivia.
Al final Belgrano está en Tucumán, y desde Buenos Aires le dicen que siga reculando hasta Córdoba, pero a él le parece mucho.  Un país y medio de retirada ( todo Bolivia y media Argentina) era como mucho. Los tucumanos van a verlo y le piden que resista - de puro patriotas, o porque no quieren que los inviten a ellos también a quemar todo y rajarse. "Mejor a este loco lo liquiden ahora y ya" quizás susurró un indigno propietario a otro y nunca quedó registrado.
Se queda pues. Vale recordar que después, en los bailes de festejo, Belgrano alcanzó a relacionarse con una señorita y embarazarla de un hijo que años luego apadrinó Rosas. En una de esas se quedó porque ya tenía junada a la mina ésta.
Pero eso fue luego. Esperaron pues a Tristán que confiado se ocupó más bien de rodear Tucumán para taparles la salida - convencido de que liquidarlos sería un trámite - y en el camino Lamadrid, que era de la zona, le hace fuego en los cerros para que el humo con el viento sur lo jorobe. Se mueve Tristán y se encuentra con el ejército patrio.
Al derecha le fue bien, parece, porque cargaron sobre los godos y los desarticularon pero como era gente gaucha rejuntada de Tarija, Jujuy y Salta un tanto descapitalizada por el Êxodo se bajaron del caballo para robar las provisiones enemigas y el ataque se les desinfló. A la izquierda le fue bastante mal - perdieron hasta su jefe, pero de unos empujones lo recuperaron - y al final todo estaba confuso y encima llegó un banda de langostas, bíblica y fatal, que fastidió a todo el mundo en su sano afán de asesinarse y no dejó ver lo que pasaba.
En el desparramo el segundo de Belgrano, Diaz Vélez, vió que la artillería realista y sus carretas de abasto estaban sin custodia, lejos de la infantería, y de un porrazo con la infantería propia se las robó, tomó muchos prisioneros y retrocedió a Tucumán donde se puso a cavar trincheras.  Tristán los siguió y Belgrano quedó a las vueltas en el campo de batalla preguntándose quien había ganado.
Tristán tuvo miedo de meterse en las calles, temeroso de las emboscadas y de que usaran sus propios cañones contra él. Hizo un par de amagues pero se retiró a los primeros tiros. Le mandó decir a Diaz Velez que tuviera el valor de salir a combatir a campo abierto y Diaz Velez casi se muere de risa. Le mandó decir que si no salía afuera quemaba la ciudad y Diaz Velez le mandó la lista de los españoles que tenía prisioneros y le prometió degollarlos a todos si se arrimaba.
Después de éste intercambio diplomático, Tristán se retiró hacia Salta. 
Y así terminó la Batalla de Tucumán, la más importante de la Historia argentina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario