viernes, 16 de agosto de 2013

Los que no saben adónde van nunca encuentran vientos favorables

En el apogeo del concepto, desde la sistémica se postuló la "cybernética de segundo orden" , esto es una cybernética que incluye al Observador, al ser consciente.  El tipo, que regula el sistema vital interno ya regulador de por sí. 
Margaret Mead lo postulaba así, y otros ilustres. 
La Cultura está en un escala superior, y regula al tipo y sus costumbres. Margaret, que se fue a Samoa a ver cómo fornicaban los polinesios, escribió que la gente podía tener cualquier sexualidad - conservadora, promiscua , etc.. - pero que generalmente eran felices si hacían aquello que les permitía ser aceptados socialmente.  Una recatada niña occidental - en aquel momento - o una liberada joven polinesia no estaban siguiendo ninguna cosa genética sino comportamientos adquiridos.  La propia Margaret tuvo tres matrimonios, era partidaria del amor libre en cualquier estado civil y tuvo dos largas relaciones lésbicas - aunque estas últimas las ocultó dada la época. No parece alguien que buscase ser aceptado pero claro Margaret era una intelectual, imbuida del carácter de Observador Crítico que se pone fuera de la sociedad y la describe. Margaret era feliz contrariando toda la norma de la sociedad que la contenía y a la cual estudiaba para lo cual, de alguna forma, debía ser transgresora.  
Luego está el Estado, en general administrado por gente que se cree hábil para engañar a la gilada y guiarla como un montón de borregos. 
Las multitudes pueden ser estúpidas, quizás lo han sido siempre - esas masas insultando al Cristo que carga la Cruz o regocijándose de la guillotina que hace rodar nobles cabezas; esas masas venerando a Hitler o moliéndose a palos en las calles con sus conciudadanos por cuestiones que nadie entiende bien - pero ¿qué mejor podrían hacerlo?. 
Los comportamientos colectivos son difíciles de consensuar. Por eso se aceptan las jefaturas y liderazgos y las normas de tránsito. En el Constitucionalismo, tan de moda, el tipo se considera mejor parado porque acepta reglas del juego que se expresaron antes, en algún fundacional momento por míticos prohombres - los Padres de la Patria - y eso le ataja en parte la prepotencia del cacique de ahora. Pero nada más. 
Y aún lo que se hace en entera supuesta libertad está acotado.  El tipo necesita interactuar, transar, hacer intercambios. Ajustarse. No tiene un negocio brillante porque escogió bien un negocio brillante sino porque muchos eligen comprarle lo que vende.  Va al baile y tiene suerte con las minas porque las minas consensúan que él es atractivo según los cánones del momento. Si decide que le gusta una música rara puede darse el snob gusto pero no va a conseguir ir a muchos recitales. Si quiere participar del ritual le conviene que le guste el rock o la cumbia. 
Si elige autoridades, o repite por lealtad a un patrón asumido u hereditario o apuesta entre dos que le informan como mejores candidatos posibles o rechaza un mando actual por su mayor oponente, cosas así. En el café puede explayarse con sus amigos sobre sus profundas teorías filosóficas pero en la urna tiene ese tipo de opciones y nada más. 
En medio de una estampida puede detenerse y reflexionar sobre la conveniencia de que todo el mundo se calme y discutan para dónde ir. Mientras tiene estas lógicas ideas un matón atolondrado lo derriba de una trompada y le pasa por arriba, mas el tropel que le sigue, y el ser pensante muere pisoteado y los atolondrados se salvan (o  no). 
Toda esta realidad conductual choca con estereotipos que presumen racionalidad. La teoría de las decisiones racionales, etc...  Fracasada ésta se le agregan aditamentos: la teoría de las expectativas. El tipo hace lo que no parece de movidas lógico porque espera que pase otra cosa. Si todos esperan que algo pase pasará o, al menos, por un rato será malo remar contra la corriente. 

1 comentario:

  1. En estos últimos años, la neuropsicología y la psicología cognitiva le han dado una buena paliza a la noción de comportamiento racional. Por lo menos, ha restringido su imperio a ciertas situaciones.

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