domingo, 15 de abril de 2012

Toponimia e Historia

La toponimia cambia, en lo urbano, porque los políticos municipales cambian los nombres de las calles para homenajear a sus fuentes más recientes de ingresos y privilegios - o bien se adopta, localidad tras localidad, una secuela temática: las batallas de la Independencia serán calles paralelas y cercanas ( Chacabuco, Maipú, Suipacha...) las provincias argentinas, los países americanos, los europeos, los científicos - si Ud. encontró la calle Humboldt, por ejemplo, apueste a que la Pasteur está cerca y corre en paralelo. O la Borges y la José Hernández. En lo rural, en cambio, la toponimia envejece y cambia. Los accidentes naturales - y en la Infinita Llanura, los mínimos accidentes naturales - que determinan un punto de referencia son olvidados luegos por los nombres de las localidades, los números de las rutas, las posiciones del GPS. La cañada del ombú, célebre por siglos entre los rastreadores y los troperos, cede a paso al kilómetro 415 de la ruta provincial 13. Al ombú lo parte un rayo, o se arde, o lo hachan para sembrar un poco más de soja o - inclusive - el ombú sigue ahí y es un árbol grande más en un terreno bajo. Y ya nadie lo nombra. Entonces aparece Teresa a historiar y dice que sabe que hubo un puesto militar entre 1820 y 1830 por acá pero cuya ubicación se ha perdido. Se llamaba el Monte de José Ñudo. Un viajero inglés que venía de Chile asevera en sus memorias haber contratado un guía en el fortín El Tío, para el lado de Córdoba, y lo contrata para que lo lleve rumbo a Rosario. El guía los hace viajar de noche por el temor al indio, bajo la luna cruzan las rastrilladas guaycurúes. Se alegra el criollo de encontrar un árbol en medio de la pampa que le indica que el rumbo es bueno. Allí descansan y les cuenta a sus clientes historias terribles - reales o inventadas - sobre sus luchas con los salvajes que tienen el probablemente buscado efecto de no dejarlos dormir. Durante el día llegan al fuerte, al viajero inglés la joven esposa del comandante le parece hermosa y lo anota en su diario - pero es probable que tras un viaje así todas las jóvenes esposas de los comandantes parezcan hermosas. Y aparece una vez más en las memorias de Araoz de Lamadrid que está de nuevo en el Tío esperando batallar con los federales y le vienen a avisar que tienen unos caballos de resguardo en el Monte de José Ñudo. Y después nada. Lo habrán suspendido al fortín alguna vez. Se levantaron estancias cercanas, ferrocarriles, estaciones, pueblos y su memoria quedó borrada. Nadie pero nadie nombra a José Ñudo. Entonces yo le traigo un mapa actual a Teresa, uno hidrográfico, y entre dos rutas aparece una línea quebrada azul que dice: "Cañada de José Ñudo" - y se toma un compás y regla y las leguas que el viajero inglés anotó haber cabagado de noche y, efectivamente, la cañada del mapa dista del Tío esas leguas (ah, la precisión británica!) Entonces declaro yo que el cartógrafo, a diferencia del poblador, cuando levanta un mapa recurre siempre al mapa anterior del lugar, que actualiza y de ser posible mejora, y pone todos los nuevos nombres y detalles pero transcribe siempre - sin olvidar uno - todos los topónimos que encuentra. Y así viajan de mapa en mapa los viejos nombres de la Geografía y la Historia cuando ya todos los habían olvidado.

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