lunes, 24 de junio de 2013

Como dijo Borges de sus ancestros, aquellos hombres para quienes ser argentino era una misión

Se podrá amar el cuerpo que no se desea - aunque es más común desear el cuerpo que no se ama, eh - y si los italianos son lo más genéticamente desparramado de las Europas ¿qué queda para los argentinos?
Por la ruta nacional 14, de camino a las mundialmaravillescas cataratas, contorneando la sierra central misionera, entre la roca cortada tapada de musgo y helecho, selva arriba en los cerros y selva en las hondonadas, el tipo sintoniza radio Cerro Azul donde el locutor de nororiental acento propone música linda y complace pedidos de la audiencia y pasa, por tanto, cachacas brasileras, básicamente polkas de acordeón y dulces voces portuguesas, entre comentarios mechados en guaraní, mientras van pasando pueblos madereros con iglesias con torres de tablas terminadas en puntiagudas pirámides de colores vivos, con gente que viene y va de pinta amazónica o de pinta nórdica, rubias y ojiazules caras descendientes de un bisabuelo que erró la migración a los subtrópicos - o en una de esas acertó.
Para las identidades inciertas lo mejor es la fábula, el mito, apenas sin pasar por el registro histórico - con el cual, de todos modos, también se fabula pero en mala calidad literaria.  Empecemos por el Rey Arturo y lleguemos a Enrique VIII lo más tarde posible.

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